Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
1968. Dos antiguos amantes se reencuentran fuera de Japón, su país de origen, diez años después de haber puesto fin a su relación, y juntos viajan a Alemania en lo que no se sabe si es un paréntesis en sus respectivas derivas existenciales o una manera de retomar los vínculos perdidos y encontrar alguna clave que les desvele algo de sí mismos y del pasado compartido. Él, reportero escritor que ha sido testigo del caos y la guerra en el extranjero, es una suerte de Oblómov, de Hombre que Duerme, entregado a la indolencia, el inmovilismo y el placer. Lleva una vida letárgica, brumosa; los días se suceden en una espera sin objeto, conformando un paisaje confuso y gris, en el que va apagándose con indiferencia.