Desde la adolescencia, Mónechka siempre mostró un inigualable talento para disfrutar de los placeres mundanos; esta precoz habilidad, que alcanzaba las más altas cotas en su relación con los hombres, marcó desde el principio el rumbo de su existencia. Monka se arrojó a la vida a pecho descubierto, y esta la acogió en un torbellino de excesos y pasiones que la llevarían a transitar por igual las sendas de la felicidad y del dolor.