Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Todas las esperanzas de Gabriel Lynch se encontraban depositadas en un ascenso a la gerencia que
le fue negado. Peor aún: su falta de talento y su mala fortuna ni siquiera le permitieron estar dentro
de la terna de candidatos. Y Constantino, prototipo del niño mimado y con palancas, no solo le
ganó el puesto sino también los favores de la colega con la que salía. Esa fue la ofensa final. Gabriel
se niega a seguir siendo un espectador del éxito ajeno y decide hacer pagar a su superior las
afrentas e injusticias de las que se siente víctima. Pues, si bien carece de poder, le sobra el odio.