A cada cual su cielo está escrito en cierta forma contra la idea de la importancia. Situaciones mínimas adquieren un grosor inesperado, en virtud de que el poeta ha dilatado de tal manera su mirada sobre las cosas, que no encuenttra sustanciales diferencias de grado entre ellas. Los pies de las mujeres turcas; las sábanas tendidas en la azotea que nos liberan de la idea de Dios; la angustia de no saber como llegar a Puebla, que está a sólo dos horas de camino; la anuencia a perder un diente por cada buen poema escrito o la nostalgia por un perro del fue dueño sólo una noche, son algunos destellos que asaltan al poeta desde ángulos dispares, obligándolo a escarbar cada vez en una dirección distinta para encontrar sentido a su vida.