En la poesía de Coral Bracho, la naturaleza entra en el lenguaje trémula paradoja sin haber nunca salido de él: desdoblándolo y replegándolo, desatando dentro de la sonoridad de las palabras un movimiento incesante, esmaltando cada ángulo y cada vértice con brillos y humedades inéditos. Pero ¿cómo entender esta extrañeza de lo que en estos versos ocurre: la naturalidad enlazada orgánicamente con el más sublime artificio?