El pasado es un país distinto pero sobre todo es un estilo, una manera; un grupo de nombres y de fechas pero sobre todo de preguntas. El pasado encanta a quien lo sabe irremediablemente perdido y, a pesar de ello insiste en visitarlo.Ignacio Díaz de la Serna encuentra una manera de oscilar entre la voz del siglo XVIII y la del XXI; entre lo español y lo mexicano; entre lo sabrosamente erudito y la más deliciosa mitología católica. Esa manera es un personaje: Ireneo Díaz, su hermano chozno y alter ego. Diarista de un viaje al origen que se inicia en el Madrid de las Luces, Ireneo acaba contando otro viaje, justo el opuesto: un viaje a los infiernos de la España oscura, escolástica, donde la luz de la Ilustración sólo ahonda y acaba en el amor fallido, o bien, una etnografía que se convierte en teología y casi en romance.