Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
La ciruela nos muestra personajes en un estado de permanente desintegración emocional. Sus escenas llevan un ritmo secreto, creciente, de zozobra y fascinación. Las sorpresas envuelven al espectador en la telaraña de la trama y lo llevan a un feliz, pero no por ello sencillo puerto. Lo único que permanece es el símbolo de una ciruela solitaria y siempre verde en un árbol del patio, donde los protagonistas jugaban cuando eran niños y aún desconocían el horror de crecer, envejecer y torturarse. La ciruela, obra que por su fino lenguaje y precisas caracterizaciones obtuviera el Premio Nacional de Obra de Teatro del INBA en 1996, aparece publicada diez años más tarde sin perder su vigente trascendencia.