Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Antes de la Revolución de 1789, Francia conoció dos siglos convulsos. Este largo periodo de transformaciones tiene como hilo conductor el salón literario, donde la mujer es la figura central y la conversación, el eje civilizador. Benedetta Craveri hace en este libro, tan riguroso y sugerente como ameno y erudito, un periplo literario apasionante, repleto de voces, de anécdotas de la más variada índole, de dichos memorables, de retratos, de descripciones de ambientes y lugares, y reconstruye de este modo un mundo en el que términos como sociabilidad, ingenio o gracia expresan un ideal de civilización que pretende plasmarse a través de la palabra, una palabra que Benedetta Craveri analiza y recrea de una manera magistral. «Este ideal de conversación, que sabe conjugar la ligereza con la profundidad, la elegancia con el placer, la búsqueda de la verdad con la tolerancia y con el respeto de la opinión ajena, no ha dejado de atraernos nunca; y cuanto más nos aleja de él la realidad, más sentimos su falta