Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En él, Saussurre define, por primera vez, conceptos clave, adjudicándoles una acepción determinada, avalada posteriormente por la lingüística. Términos como sincronía, diacronía, lengua, lenguaje, habla, signo significado, significante, unidad lingüística, etc.; nacen en el Curso de Lingüística General, para pasar luego a manos diversas que los redefinen desde sus enfoques particulares: la estilística ginebrina de Bally, los fonólogos y estructuralistas de la escuela de Praga, la psicolingüística, la escuela glosemática y Chomsky, entre otros