Durante más de medio siglo Gilberto Aceves Navarro nos ha convidado sus obsesiones y apetitos. Lo ha hecho con generosidad, pero también con alevosía; pues suele ocurrir que su vocación por el cambio y las transformaciones supere la capacidad de adecuación y comprensión de sus espectadores y críticos. La suya resulta una producción fuera de escala, infinita en apariencia, con visitaciones a técnicas muy variadas, y empeñada en fatigar distintos formatos y soportes. Todo ello impide, o al menos torna difícil en extremo, ofrecer una lectura integrada de su fábrica de imágenes, de tal suerte que el presente texto se detiene en algunos temas y ciertas estaciones de su prolija imaginería.