Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En su obra de teatro Fiorenza (montada en nuestro país en 1993 por Juan José Gurrola), Thomas Mann teje de manera gradual un dramático enfrentamiento entre el Prior de San Marcos, Jerónimo Savonarola y Lorenzo deMédici, el Magnífico. Alrededor de ellos gravita un corte de artistas y pensadores como Pico de la Mirandola y Marsilio Ficino, así como el cardenal Juan, hijo de Lorenzo y futuro Papa León X. El tema de trasfondo es la lucha entre virtud (representada por Savonarola y su creciente popularidad en la Florencia renacentistas del siglo XV, con sus arengas contra la corrupción y podredumbre de una ciudad entregada al placer) y belleza (encarnada en Lorenzo y su obsesión por el arte). En medio de la lucha se encuentra la hermosa Fiore, amante de Lorenzo y blanco de ataques de Savonarola, como alegoría de la belleza y de la decadencia de la propia ciudad. En el diálogo entre los antagonistas Lorenzo pregunta, , a lo que Savonarola responde, .
Mann plasmó a la perfección los resortes del poder, ya sea que se sustente en categorías terrenales o espirituales, ya sea que glorifique el placer de los sentidos o la elevada renuncia que pretende purificar el alma. Al final, Savoranola y Lorenzo se revelan como dobles opuestos, y el triunfo temporal del primero mostraría con los años su carácter efímero. Fiore insta al Prior de San Marcos a abandonar el poder y comportarse como un verdadero monje, a quien Mann hace responder con una magistral frase que bien podría sintetizar la voluntad que mueve a los poderosos: .