Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El presente catálogo, Amanecer, del artista alemán Thorsten Brikmann, (1971, Herne Alemania), nos muestra cómo produce sus obras empleando exclusivamente objetos de uso cotidiano que han sido desechadas o enviadas al mercado de segunda mano. El ingenio creador de Brikmann elabora composiciones en las que el artista mismo se transforma en modelo, director, fotógrafo y escultor para crear escenas en las que, además de estas disciplinas, están presentes el performance y la instalación. El trabajo plástico del artista, caracterizado por elementos que corresponden a la postmodernidad, muestra también un gran interés por la tradición, resaltando su voluntad por refrescar géneros aparentemente caducos, que pertenecen a otra época, como las naturalezas muertas, los bodegones o los autorretratos. Utiliza objetos y bienes que la civilización desecha, cosas que aparecen en la vida cotidiana de forma aparentemente intrascendenteEn sus instalaciones los objetos buscan su sitio, su ensamblaje los resignifica, a veces con franco humor, y con guiños constantes a la historia del arte. Su capacidad lúdica se multiplica y despierta en los objetos que utiliza y en las obras a las que hace referencia esa capacidad de juego que en parte el tiempo ha ocultado.En ese doble nivel de la significación Brinkamann cuestiona la idea negativa sobre el concepto de desecho o de basura crítica el consumismo exacerbado y sin control de la actual sociedad, misma que no ha hecho corresponder a la celeridad con que se deshace de las cosas una misma capacidad, para dar un nuevo uso, un mejor destino a los objetos que crea.Su arte golpea al espectador en la medida en que ese cuestionamiento es fuerte, pero con connotaciones familiares a quien mira, que se reconoce tanto en el impulso de desecho como en el de recuperación.Los críticos han dicho que esa sensación proviene no de que se trate de objetos usados sino de objetos desprovistos de su uso mismo que sin embargo, conservan como una memoria de las cosas.