Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En la obra de Manuel González Serrano se observan algunos rasgos surrealistas de la época del primer renacimiento, pero destaca, sobre todo, su capacidad de acrisolar una expresión única, inconfundible, que denota una visión particular del mundo y de la pintura. En él hay toda una ruta de conocimiento y de talento mexicano. Conocer y difundir su obra equivale a rescatar las imágenes de mucho de lo que se compone el gran imaginario visual del siglo XX. El catálogo presenta más de sesenta láminas cautivadoras, coloridas y llenas de vida. La naturaleza que refleja la obra del pintor jalisciense desborda una energía vital que contrasta con los ambientes de angustia y desolación que habitan, los motivos vegetales protagonizan enigmáticas escenas que denotan cercanías con otros artistas y tendencias de la primera mitad de la centuria pasada. González Serrano formó parte de un grupo de creadores que desarrollaron otras vertientes artísticas en la llamada contracorriente u "otra cara" de la Escuela Mexicana de Pintura, uno de los capítulos más complejos e interesantes de la modernidad mexicana. La naturaleza herida también es un estudio sistemático de tres temas recurrentes en la obra del pintor mexicano: los frutos, las flores y los árboles que pueblan densamente su iconografía, y que nos remiten a su intimidad de tal modo que algunas de estas pinturas se ha dicho que son verdaderos autorretratos.