Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Los diarios de Gregorio Martin son una rareza ineludible en la historia de nuestra expresión literaria. Primero porque hay pocos que retratan lo que fue la vida del capital virreinato de la Nueva España y segundo por la voces ahí reunidas. Son páginas en las que ya asoma el temperamento del tiempo de la Ilustración. Guijo consignó en las páginas de su diario, una amplia gama de acontecimientos sucedidos entre 1648 y 1664 con la frialdad que creyó convenir a su mirada de clérigo. Lo mismo se diría de las páginas escritas por Robles, quien vivió casi exclusivamente para su diario de 1665 a 1703. Esta selección los muestra a sus anchas, en el dominio de un recurso expositivo distinto al de la prosa histórica y a la de la prosa narrativa. Guijo y Robles escribieron en un mundo estable, concentrándose en la intimidad diaria de la historia, en la minuciosa cotidiana de su tiempo presente.