Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El museógrafo Alfonso Soto Soria, reconoce que gracias a David Rubín de la Borbolla, Miguel Covarrubias y Fernando Gamboa, México pudo contar con el primer museo moderno, ninguno de ellos había hecho instalación de museos, por lo que sin prejuicios aplicaron novedosas técnicas de iluminación, colores, exposición de piezas, ubicándolas en un contexto cultural, transformando el museo de objetos, en un museo con ideas, tan importante fue esta tarea que la Escuela Nacional de Antropología, tomó la decisión de iniciar una especialidad para la instalación de museos a nivel licenciatura, bajo el término de museografía, entonces desconocido. El maestro Soto formó parte muy importante de esa primera generación de museógrafos.