Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La tierra de Alberto Avilés Cortés es el Valle del Mezquital. En él está enraizada su identidad, de él emanan las palabras de sus libros. Pero la capacidad de escuchar de Alberto Avilés no se agota en el Mezquital. Tiende su mano a los pueblos hermanos, a los yuhu, a los tepehuas y a los nahuas del estado de Hidalgo. Sentimos entre las líneas de sus textos que la gente de estos lugares supo reconocer su mano tendida y responderle, compartiendo aquello que da sentido a su existencia, que perfila su identidad.
Quizá lo más importante que aprendió fue tornar la mirada, desde afuera, a su propio pueblo y cultura, valorándolos aún más.
Los lectores de este libro tenemos la oportunidad de hacer un recorrido personal a través de sus páginas y enriquecer nuestra mirada sobre la riqueza cultural de los pueblos y la fuerza de su identidad.
Verónica Kugel Hmunts'a Hem'i Centro de Documentación y Asesoría Hñähñu