Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Desde hace más de veinte años, Pascal Bruckner disecciona lúcidamente en sus obras los mitos y obsesiones de la sociedad contemporánea. Así, tras la novela Los ladrones de belleza, extraordinaria fábula donde recrea irónicamente los tópicos en torno a la belleza y el deseo --y que le valió el Premio Renaudot en 1997--, Conaculta y Tusquets Editores publican uno de sus ensayos más polémicos.La euforia perpetua rastrea la extraña transformación que ha sufrido la idea de felicidad. Si en la antigua Grecia la "eudaimonia" tenía que ver ante todo con el trabajado dominio de sí y la superación de las pasiones, y para el cristianismo fue siempre un asunto del más allá, Bruckner se pregunta cómo semejante concepción ha podido degenerar en la trivialidad contemporánea que nos presenta, pongamos por caso, la publicidad o ese budismo difuso de tan buena fama. En efecto, desde la Revolución francesa en adelante, y más aún desde el Mayo del 68, se ha difundido una suerte de compulsión casi enfermiza por la felicidad a cualquier precio, hasta el punto de que empieza a surgir una nueva clase de marginación: la de los que sufren. Sensible como pocos a las nuevas patologías sociales, Bruckner no sólo hace un repaso a la reciente historia cultural europea, sino que desmenuza valientemente los lugares comunes del hombre moderno. Contra el deber de ser feliz, he aquí una apología de la vieja idea de la dicha de saber vivir.