Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La historieta en México ha experimentado grandes cambios a lo largo de estos últimos años; momentos cumbre, decadencia y hasta censura. En su época de mayor auge, durante la Posrevolución, el público la nombró "revista de monitos", por eso los caricaturistas son conocidos como "moneros". De éstos existen muchos efímeros, pero hay otros que perduran y cuyos personajes permanecen en nuestra memoria con sus nombres y situaciones que se transmiten de generación en generación, como Gabriel Vargas (La familia Burrón) y Eduardo del Río, Rius (Los Supermachos). En ellos se confrontan dos mundos de México inseparables y complementarios: mientras Rius traza el mundo rural con sus caciques, beatas, pulquerías y campesinos de toda índole; Gabriel Vargas materializa la vida urbana y las intimidades del barrio y la vecindad, satirizando la vida cotidiana en la capital. Imposible una visión de México sin estos dos moneros inagotables.