Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Bomarzo el célebre porque con esculturas del siglo XVI, que se localiza en la Italia central, cerca de Viterbo, es el elemento unificador de este largo poema. Con maestría, controlando sin aparente esfuerzo las riendas del largo aliento, Elsa Cross pone a Bomarzo a gravitar en un ambiente en el que los sueños, el umbral, el vacío, el laberinto, los límites del lenguaje y del sentido, las conversaciones pasadas y los lugares evocados exigen la relevancia del primer plano. Este ambicioso y estremecedor poema es entonces otra forma del viaje, de la exploración que descubre, un día cualquiera, después del camino recorrido, que todo está en su sitio y que ese sitio es aquí. El poema es también un jardín poblado de dioses pétreos donde la realidad aseme¡ja un espejismo.Con Bomarzo, Elsa Cross corrobora la profundidad y la claridad de su voz impar, una de las más destacadas del panorama poético actual.