Sinopsis
El estilo de David Martín del Campo es el de la curiosidad satisfecha con una prosa intachable, culta y juguetona. No es un humorista y, sin embargo, como Jorge Ibargüengoitia, se atreve a mostrar sentido del humor en todos y cada uno de sus textos, en un país donde lo intelectual es sinónimo de solemnidad. Una vez le preguntaron: ¿Por qué escribes?, y él respondió: Porque ha sido el modo menos complicado de acercarme a la felicidad. Esta felicidad está presente en El azul de Van Gogh. Lo está de un modo carnavalesco, bajtiniano, donde la celebración de la vida convertida en sonrisa es señal de crítica, inteligencia y rebeldía."Cosas de la vida", "Por sus obras", "Pasaporte en mano", "Pompa y circunstancia" y "Hermosa provincia mexicana" son los capítulos en los que David Martín del Campo entrega una selección de 100 ensayos previamente publicados en la sección cultural del radio Reforma, dentro de la columna "Entre paréntesis".El vochito, el brassiere, la bandera nacional, la inefable X, las barbies, los ositos de peluche y los perros callejeros; lo mismo que sus semblanzas de Juan de la Cabada (narrador de una obra desbalagada), Lady Di (la hemos matado nosotros, todos nosotros), Rufino Tamayo (y su discreto coraje), Ringo Star (¿no será que no estamos haciendo viejos todos?), Mario Moya Palencia (entre el escritor y el presidenciable), y la crónica de sus viajes mundiales y por México son el pretexto para el diálogo, para establecer conexiones, para reflexionar acerca de lo que fuimos o no fuimos. De lo que somos.¿Qué somos? Referencias literarias, cinematográficas, musicales. En una palabra, cultura. A final de cuentas, los textos de El azul de Van Gogh son trivia disfrazada, goce por las minucias del lenguaje, por la conversación entre amigos, por la admiración al genio; son lecturas e idas al cine, tardes perdidas escuchando discos, la nostalgia de un rayo de sol de la infancia; son el respeto a los que han sido nuestros maestros, el amor por el detalle y el asombro ante la vida.