Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Ladrón de dinosaurios está poblada de personajes extraños, plenos de ficción, y otros que forman parte de la memoria colectiva y del presente de la literatura mexicana: Augusto Monterroso, Jaime Sabines, Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, José Agustín y algunos otros que el editor cambió sus nombres para proteger a Eric Uribares de un posible y merecido atentado contra su persona, pero que el lector avezado sabrá reconocer, dependiendo de sus propias filias y fobias. En todo caso, la mayoría de las revelaciones que el autor descubre, sean de un ámbito conocido o desconocido, pertenecen al universo ficticio de una cuentística fresca, entretenida, divertida con tintes de un humor negro y en la que las historias narradas poseen una intención literaria bastante clara. Se trata, pues, de un libro que mezcla las múltiples caras de la realidad con lo imaginario para crear un coctel que se puede beber de un solo trago.