En Ágatas se aprecia lo que Antonio Santisteban ha retenido de la buena prosa narrativa. El empleo del párrafo como unidad discursiva a lo largo de una o varias estrofas. El manejo de un diálogo, no sólo convincente en el plano dramático, sino también en cuanto ingrediente que, junto con los hechos y la información necesarios, contribuye a la formación de ese átomo que es el evento y que, encadenado a otros, construye la trama de la acción en un cuento o una novela dignos de sus nombres. El relato le ha enseñado, por último a concentrar con precisión, o sea, a decir exactamente lo que pretende decir sin abandonarlo todo a la alusividad o a la sugerencia, dejándole al lector tal esfuerzo de suposición arruinando así su placer.