Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
En el pueblo todo transcurre con plena normalidad. La gente desaparece sin dejar rastro, las fuerzas del orden aumentan, parte de la población bloquea una carretera, otra parte secuestra el Centro de Convenciones, un par de mozalbetes pierden la virginidad, otros acampan a la orilla del lago, algún extranjero muere, el presidente municipal nada en su alberca y en una construcción perdida en el bosque se convierte en la entrada a la dimensión desconocida. Con tales indicios y un humor negro feroz, Gustavo Marcovich escribe un óleo costumbrista cuya ecuación es el absurdo, el caos y el sinsentido de varias vidas condenadas a una situación límite, historias que nadie ve, que nadie oye, pero que allí están con la certeza de que nosotros no somos de ese mundo y, por lo tanto, nada malo nos puede suceder.