Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
¿Por qué razones y circunstancias un poeta se vuelve referente político y moral de su tiempo? ¿Cómo se combina la vocación estética con la preocupación cívica? Esta antología busca responder a tales preguntas al ofrecer diversos textos políticos de Octavio Paz, escritos en distintos momentos de su vida. Desde su juventud, el poeta fundió vida creativa y vida activa, desplegó una amplia curiosidad intelectual y ejerció una precoz crítica de la cultura, la política y la sociedad. En su madurez, alcanzó una notoria y controvertida influencia en el debate público nacional e internacional, aunque sus argumentos fueron a menudo ensombrecidos por el fragor ideológico. Con esta antología del pensamiento político de Paz el lector podrá contrastar varios de sus textos más célebres y polémicos con otros casi desconocidos. Asimismo, podrá ponderar la solidez histórica y la profundidad filosófica de sus escritos de coyuntura política.Pero, sobre todo, podrá apreciar la evolución y la profunda continuidad ente el adolescente rebelde y el intelectual consagrado, que, con más de ochenta años, continuaba debatiendo con pasión el presente de su país y del mundo.