Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Novela narrada por el carpintero Ermelindo Mucanga, muerto en las vísperas de la independencia de Mozambique, cuando trabajaba en la restauración de la Fortaleza de San Nicolás. Ermelindo es un xipoco, un fantasma que vive en una cueva bajo un árbol de frangipani en el balcón de la Fortaleza. Las autoridades del país lo quieren volver héroe nacional, pero lo que él realmente desea es morir de una vez por todas, para lo cual tiene que "morir" de nuevo. Así, siguiendo el consejo de un tamanduá africano (una especie de oso hormiguero), encarna en el inspector policiaco Izidine Naíta, encargado de investigar un asesinato en un asilo de ancianos. Ahí será testigo de los malos tratos y de la agonía de esos ancianos que son la tradición, el alma de Mozambique, a quienes los políticos y el pueblo desprecian. En este libro, Mia Couto parece tener magia en sus palabras, éste tal vez sea su obra más singular y objetiva. En una prosa marcadamente fiel al alma y al modo de hablar de los mozambiqueños (atinadamente recreada en la traducción de Rodolfo Alpízar y acompañada de las ilustraciones de Gerardo Gómez Tonda), el autor se nos presenta con un lenguaje poético que muchas veces hace detenerse en la lectura para sonreír, releer, fijar los ojos y saborear las palabras.