La espalda habría de parece extraña, inexplorada, como un paraje recién descubierto, como una franja de la realidad que nunca visitamos.
Como si fuéramos ciegos a un color y de pronto un artista pintara todos sus cuadros con el mismo, insospechado tubo de óleo -un poco a la manera de Yves Klein- el tubo de la oscuridad, el pigmento del lado oculto de las cosas.