Canto del guerrero, de José Francisco Conde Ortega es una larga silva cuidadosamente construida. Sus novecientos versos están simétricamente distribuidos en tres cantos; cada triada se conforma por tres liras. Así cada uno de los cantos tiene su propia disposición estrófica de los endecasílabos y los heptasílabos. Des este modo, el ritmo del conjunto se sostiene sin monotonía. Es la apuesta del poeta para contar una historia. Y para señalar los rigores del tiempo y las vicisitudes de una geografía entrañables.