Vladímir Galaktiónovich Korolenko tenía un lugar asegurado en la historia de la literatura rusa, por la calidad de su escritura y su ferviente humanismo. Apoyó la Revolución de 1917, pero pronto manifestó su distancia frente a los bolcheviques: le parecía escandaloso que el nuevo régimen utilizara los mismos métodos represivos de aquellos a quienes pretendia derrocar.