Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
16 de septiembre de 1897. Diez de la mañana. Alrededor de la Alameda, en la ciudad de México, una agitada muchedumbre espera el inicio del desfile del día de la Independencia. Todos claman, devotos, cuando la comitiva del presidente Porfirio Díaz aparece al frente de la columna. Todos salvo un hombre, Arnulfo Arroyo, que ya se abre paso entre la multitud. Su propósito es llegar hasta la comitiva, esquivar la escolta, asesinar al dictador. No obstante, abrumado aún por la borrachera del día anterior, Arroyo se abalanza sobre el tirano, le asesta un golpe y es detenido de inmediato. Los interrogantes que el caso plantea no van a ser fáciles de responder: conocemos al autor material del fallido atentado, pero ¿quiénes son los autores intelectuales?; sabemos que el malogrado tiranicida descansa tras las rejas, pero ¿quiénes deciden su fatídico destino?