Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Musicales, divertidos y sublimes en esencia, los pedos o ventosidades han sido siempre un tema tabú. A pesar de ello, en todas las épocas los más ilustres autores han puesto sus plumas al servicio de este delicado arte escatológico. El beneficio de las ventosidades es todo un tratado y una declaración de intenciones. Swift demuestra con elegante sorna las bondades de la sana práctica del ventoseo sin dejar de mencionar las fatales consecuencias que --especialmente en el caso de las mujeres-- pueden derivarse de su contención obstinada.El texto de Swift se acompaña de una no menos desternillante taxonomía del pedo, a cargo de Charles James Fox, que clasifica las flatulencias con la rigurosidad y exhaustividad científicas que se merecen: desde el pedo hacedor de fortuna o el sometido al metodismo hasta el pedo demasiado esforzado pasando por el pedo de idioma universal...Este ingenioso anecdotario recoge a cuantos ilustres de este mundo han tenido a bien consagrar sus plumas o sus culos a tan antigua ocupación. El beneficio de las ventosidades ofrece al lector argumentos elocuentes para el alegre y complaciente pedorreo que debe acompañar su lectura.«Si un día algún pedo toca tu puerta/ no se la cierres, déjala abierta/ deja que sople, deja que gire/ a ver si hay alguien que lo respire».Quevedo