Juan despierta con un montón de pelos en su cara, tiene un grandísimo bigote pero es todavía un niño. El cambio le parece desconcertante, aunque quizá no sea tan malo para él. Podrá hacer cosas de adultos, como ver las funciones para mayores en el cine. Incluso, vestir de traje e ir a trabajar. ¡Momento! Eso no es lo que quiere Juan, pero todos los que tienen bigote tienen que cumplir esa rutina. ¿Qué deberá hacer este niño para librarse del problema? ¿Bastarán unas tijeras para regresar a la normalidad?