Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El 18 de marzo de 1978 acudí a los festejos de la expropiación petrolera en ciudad Madero. Lázaro Pizarro ocupó el estrado junto a La Quina, aunque en un claro segundo plano. Roibal me buscó al mediar el acto. Característicamente, no lo sentí llegar ni deslizarse hacia mí, sino hasta que me tocó por la espalada en un costado. Igual hubiera podido apuntarme con una pistola:
- Dice el jefe si se anima a platicar con él un rato- preguntó con un dejo de burla.
-Donde quiera- contesté sin darle tiempo.