Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Los mayas plasmaron sobre madera, cerámica, hueso, jade, cuero y piedra su Cosmogonía; sus códices y libros contienen todo lo sagrado y más fiel de su identidad. Algunos jeroglíficos señalan que Hunab Ku fue el dios creador de la cultura maya, éste, forjó de barro a Balam Quitzé, de madera Balam Acab y de maíz aquí Balam, sus primogénitos, y les encomendó fundar la civilización maya. El Libro de los Libros de Chilam Balam condene escritos de índole religioso, histórico, astrológico y literario. Estos textos fueron registrados por mestizos y españoles letrados después de la Conquista, y reúne todas las fases culturales que ha vivido la civilización maya de Yucatán. El pueblo maya ha logrado mantenerse, gracias a estas historias y a que sus descendientes siguen hablando alguna lengua de la familia mayense.