Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Entre los numerosos objetos de análisis que llamaron la atención de Aristóteles (384-322 a.C.) se contó también el fenómeno literario y, dentro de él, su más notable manifestación en su época: el teatro. En el sucinto tratado que recibe el nombre de Poética expone con maestría la estructura formal de la tragedia y la comedia de la antigua Grecia. En él es donde encontramos por primera vez definidos algunos conceptos literarios la trama o argumento de una obra, las distintas partes de una pieza dramática, los efectos que el teatro produce en el espectador o lector, así como términos como el de catarsis o purificación, la peripecia o cambio de fortuna, o el concepto de anagnórisis (reconocimiento), que desde entonces pasaron a ser moneda corriente en todo el desarrollo posterior de las literaturas occidentales.
Traducción e introducción de Alicia Villar Lecumberri