Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Al recordar los sucesos de la guerra contra el Imperio y las millones de vidas perdidas, a veces
pareciera que nada podría justificar el terrible precio que tuvimos que pagar. Pero al pensar en
aquellas personas que cayeron durante el conflicto, recordemos que murieron en su lucha por la
justicia. Por la libertad. Por la extraordinaria paz que gozamos en este momento. El senador
Tai-Lin Garr extendió los brazos, asimilando la grandiosa celebración que se llevaba a cabo en ese
momento en Hosnian Prime: el brillante resplandor del sol, el cielo color aguamarina, los incontables
ciudadanos conformados por miembros de miles de especies distintas, todos reunidos bajo las
coloridas banderas de sus respectivos planetas. La belleza y la promesa de la Nueva República se
extendía frente a todos.
Por esto es por lo que peleamos. Todos aplaudieron. Muchos aclamaron.
La senadora Leia Organa aplaudió junto con los demás y pensó, Qué lástima que todo se esté
desmoronando