Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Un pequeño contratiempo es el pretexto para recorrer el París nocturno del siglo XIX y sus inmediaciones. El personaje pierde el ómnibus y con ello el azar lo toma por asalto mientras camina por la rue Hautcfeuille se encuentra con un amigo, otro noctámbulo que lo guiará como un Virgilio distorsionado por el mundo de las damas de la noche, los salones de baile, los billares y los lupanares donde la oscuridad se respira más vívida que los rayos diurnos. Entre anécdotas descabelladas, como si la conversación vagara junto con ellos, este par recorre lo mismo el viejo mercado de Les Halles que los cafés o las tabernas buscando la complicidad de las ropavejeras y repartiendo copitas entre la clientela extravagante hasta perderse en los efluvios del alcohol. En estos escenarios bizarraros donde se puede cenar al precio de un franco y escuchar a cantantes que no han pervertido su frescura con las lecciones del Conservatorio la vagancia abre los caminos a las cavilaciones por senderos lo mismo filosóficos que literarios. En estas tres noches de octubre la profética pluma de Gérard de Nerval daguerrotipa la realidad hasta el colmo del surrealismo