Enero de 1497. Durante semanas, una serie de cartas anónimas enviadas a la corte del papa Alejandro VI advierten que en Milán el controvertido Leonardo da Vinci está ejecutando una obra diabólica un mural de La Última Cena en el que no sólo ha pintado a los apóstoles sin su preceptivo halo de santidad sino que el propio artista se ha retratado entre ellos, dando la espalda a Jesucristo.