Ensayos de homenaje en el primer centenario del nacimiento del filósofo español, que abordan diversos aspectos de la obra de Ortega. Los cuatro trabajos dibujan con rigor algunos de los horizontes centrales del quehacer filosófico hispánico en el mundo actual.
Tomando como punto de partida, primero, la muerte de su padre, Héctor Azar; segundo, Mortuos Plango, obra de Jonathan Harvey y, tercero, la osada lógica de Gerard Griséy —quien lograra encuadrar musicalmente dos dimensiones cuyos límites son por demás difusos: el color y el ruido—, Carlos Azar conjuga mundos lejanos para crear otro, El círculo de la presencia, catártico, muy personal y sobre todo entrañable. Este libro es medido como el teatro y la música, e inasible como la poesía; como su título lo indica, es algo redondo que no tiene fin.