Elemento indispensable en la formación de toda persona culta sigue siendo hoy el conocimiento de las letras clásicas. El autor traza aquà un panorama de la literatura latina sin omitir nada esencial y dando una clara idea de las figuras y corrientes.
Tomando como punto de partida, primero, la muerte de su padre, Héctor Azar; segundo, Mortuos Plango, obra de Jonathan Harvey y, tercero, la osada lógica de Gerard Griséy —quien lograra encuadrar musicalmente dos dimensiones cuyos límites son por demás difusos: el color y el ruido—, Carlos Azar conjuga mundos lejanos para crear otro, El círculo de la presencia, catártico, muy personal y sobre todo entrañable. Este libro es medido como el teatro y la música, e inasible como la poesía; como su título lo indica, es algo redondo que no tiene fin.