Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Nacida en Londres en 1851, Alice Dixon era fotógrafa y trabajaba con su padre cuando conoció a Augustus uno de los pioneros de la fotografía. Se casaron en 1873 y poco tiempo después partieron a Yucatán con la intención de fotografiar ruinas arqueológicas. Aquel viaje despertó en la autora el interés por la civilización maya y la llevó a escribir sobre su historia. En el prólogo de este libro, Jaime Litvak y Lawrence Desmond destacan a honestidad, la fuerza y el sentido del humor oscuro que Alice Dixon manifiesta en sus notas de campo.Los artículos que publico en aquí y allá en Yucatán cubren una diversidad de asuntos, todos ellos relacionados con la cultura, la religión y las historias mayas, pero probablemente sean más valiosos en aquel punto donde la autora identifica su relación personal, su propio modo de ser con los mayas antiguos: Alice Dixon se sirvió de las descripciones etnográficas e históricas para lograr una expresión poética de aquel mundo que era tan distinto de todo lo que ella conocía. El Yucatán que conoció Alice Dixon se estaba occidentalizando. En aquella época los indígenas luchaban por resistir las influencias exteriores e intentaban preservar sus modos tradicionales de vida. La autora presenció, con admiración, ese esfuerzo por conservar una identidad que estaba siendo seriamente amenazada. Sus escritos son el producto de ese deslumbramiento.
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