Es una novela que quiere atrapar y mostrar la tapatiés en su irónica y sórdida "naturalidad". Escrita por un tapatío, no es una obra contra los tapatíos sino una auto-confesión frente al espejo: qué son, cómo son, quiénes son. Y nada como un personaje femenino --una mujer joven, bonita, fresa-- para que sirva de testigo y de modelo. La novela se divide en tres partes; en ella predomina lo "bonito"; todo es muy bonito, probablemente no "color de rosa", pero sí "color fresa", muy modificado con los tintes de esa hipocresía lugareña que se refugia en la doble moral de las conveniencias sociales, en la que la expresión de asombro ante la coincidencia de personas conocidas no requiere, como en otras partes, la frase de: "¡Qué pequeño es el mundo!", sino otra más local: "¡Qué pocos somos los auténticos tapatíos!" En Tapatía, Dante Medina analiza el ser tapatío (o tapatiés, como él la llama), señalando sus particularidades con ironía y humor; la lectura del texto permitirá a los lectores acercarse, conocer y entender una sociedad a la que se ha juzgado a partir de prejuicios.