Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Cuando vi por primera vez fotografías de tortugas con sus caparazones de paraguas realizadas por Escobedo, pensé de inmediato en Alfred Jarry, que escribió una divertida parábola sobre la invención del paraguas. Y luego pensé en Picasso, que habló de la metamorfosis de un asiento y un manubrio de bicicleta cuando creó con ellos una cabeza de toro y añadió: "Sí mi cabeza de toro fuera arrojada a un basurero, quizá un día alguien podría decir: "Aquí hay algo que me serviría de manubrio para mi bicicleta". De este modo, se habría producido un doble metamorfosis". El espíritu de la metamorfosis subyace en todo lo que toca Escobedo y, especialmente, el espíritu de la doble metamorfosis. Casi todo lo que Escobedo ha moldeado en sus años de madurez está formado por lo que los surrealistas les gustaba llamar objets trouvés, y deformando más tarde para recuperar su condición original. Bajo su estética encontramos una larga tradición. Se remonta al escritorio utópico Fourier, con su obsesión por la analogía universal, y a Baudelaire, que refinó el pensamiento para hacer de él una fuente de la estética de su poesía. Dore Ashton