Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
La bienamada (1867) es una de las operaciones más osadas de Hardy y, en su engañosa simplicidad, una de las más cifradas. El joven escultor Jocelyn Pierston se nos aparece, al principio, como el último descendiente de la noble estirpe de los héroes romanticos: soporta una avasallante nostalgia de amor, esa eterna nostalgia masculina por la divinizada, la diosa, la única; busca, encuentra y abandona a diversas mujeres, se lanza a hacer largos viajes, fantasea, triunfa como artista, emprende discursos, se cruza -sin alcanzarlas jamás- con tres generaciones de Avicias -madre, hija y nieta-, de cuya existencia consigue por un momento participar de manera tan íntima.