Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El paisaje mexicano tuvo en Manuel Jose Othon a un interlocutor de privilegio: el poeta de San Luis Potosí supo ver no sólo la inmensidad y la belleza de los panoramas de su tierra, sino el drama que en ellos se escenifica, la historia y la pasion de una elocuente naturaleza. Ríos, estepas, llanuras, desiertos y bosques comparecen en estas páginas con una nítida, intachable prosodia que ha llevado a la poesía de este autor a ocupar un destacado lugar en la historia de la lírica mexicana.Con poemas célebres como "El himno de los bosques", "noche rústica de Walpurgis" y, sobre todo, "Idilio salvaje", Othón se incorporó de lleno a la rica tradición del paisajismo mexicano desde su vertiente poética, siempre con la seguridad de que todo habla y de que en cada elemento de la tierra hay un personaje.