Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Entre los adjetivos que se han derivado de un nombre, no parece el menos recurrido, como una certeza, el de maquiavélico, que importa una ambigüedad que acaso alude a cierta astucia, a una forma de malignidad y a una perversidad intrigante. Sin embargo, incluso para aquellos que frecuentan sus escritos, Nicolo di Bernardo di Machiavelli, Nicolás Maquiavelo, no puede dejar de ser una conjetura: para algunos se reduce al autor de El príncipe, defensor de la mentira, la violencia y la simulación; para otros, es el de los Discursos, que creía en las leyes, la participación pública, la república. Pero es también el autor de La Mandragora, una obra acerca de las pasiones humanas.