Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
"En los inicios del siglo XVII, en medio de las convulsiones políticas de su momento, Shakespeare volvió la mirada al origen de la civilidad: Roma. Y en el debate que dio lugar a la arquetípica Civitas, su incipiente aspiración democrática halló, entre las páginas rememorantes de Plutarco, la figura legendaria de Coriolano y decidió componer su tragedia para iluminar la noche oscura en que se extraviaba la conciencia histórica de aquella actualidad barbarizada de Europa.El Coriolano de Shakespeare inaugura una interlocución apasionante sobre el dilema de la política que se debate trágicamente entre la civilidad y la barbarie, de cuyo desenlace depende el fundamento de la aspiración democrática. La democracia es un fruto de la cultura. Por eso este debate trágico atraviesa la modernidad y nos alcanza con una vigencia sorprendente".Luis de Tavira