Lo primero que me
sedujo de la poesía de María Enriqueta fue su singularidad: la integración de
Dios en una poesía cotidiana, la presencia de cosmovisión tzotzil que no te
distanciaba sino que me hacía muy cercana la lectura, la atracción simbólica de
las imágenes de los poemas. Esa singularidad , encarnada en voz del poeta , rompía
a pedazos la invisibilidad impuesta al pueblo de Chiapas , a sus lenguas indígenas
, a la experiencia cotidiana de las mujeres , y lo hacía con imágenes inesperadas
: los largos cabellos , el maíz con orejas de conejo , lo espera de la luna y
su mensaje , el juego de nahuales .