Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Pocas relaciones son tan intensas y a la vez pueden llegar a ser tan conflictivas como las se esta blecen entre padres e hijos. ¡Qué sucede si los hijos son destintos y, aunque se esfuercen, no consiguen encajar en el molde que trazarón poara ellos ? ¡Qué, cuando la imagen paterna es en todo negativa y el hijo considera el rechazo un deber moral? Sin remedio, se produce un encontronazo, y la vida familiar del hijo se convierte en un infierno del que hay que huir a como dé lugar. Joel Flores explora los laberintos emocionales del protagonista quien, recién instalado con su mujer en una ciudad fronteriza recibe el aviso de que su padre se muere en u hospital de Zacatecas. Con la duda de ir o no a verlo por última vez, el resentimiento, la culpa y la imagen del viejo abandonado en un pabellón de agonizantes se enrredan en su interior hasta jalar a la superficie los fantasmas más ocultos, m{as sepultados en su memoria, para configurar un bárbaro retrato de familia donde el padre, un militar de bajo rango, burdo y violento, destaca como el principal creador de la desdicha. Nunca más su nombre nos muestra de manera descarnada que nunca hemos sido del todo dueños de nuestras decisiones ni de nuestro destino, que casi siempre actuamos obedeciendo impulsos difíciles de reconocer, y que aveces la única verdad se localiza en esa zona de la memoria que quisiéramos mantener velada hasta la muerte.