Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Un sábado por la mañana, a la hora de las caricias perezosas, los dedos de François perciben lo que parece ser un bulto en el seno derecho de Béatrice. Hay que rendirse ante la evidencia de inmediato: es un cáncer de mama. Tras unos momentos de abatimiento Béatrice decide reaccionar. Quiere jugar con todas las cartas a su favor para dificultar a «Marcel» (así llama a su cáncer) su obra de muerte. Y lo conseguirá de un modo magnífico; para empezar gracias a un equipo médico admirable en todos los sentidos, pero, sobre todo, gracias a sus ganas de vivir, su sentido del humor y la atención afectuosa de sus amigos. Y es que, con el diario de Béatrice, descubriremos una historia de amor de principio a fin: ante la enfermedad, la menor oportunidad de ser feliz se convierte en una de las tablas de salvación más firmes. Diario de un pecho es una reflexión sobre el cáncer en forma de diario, donde la autora expresa sin tapujos todo lo que siente. Su franqueza se torna a veces en ironía y sarcasmo. Béatrice Maillard-Chaulin afronta la enfermedad con una extraña serenidad y esta es la fuerza que le da ganas de vivir y de reírse de si misma.