Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Carlo Emilio Gadda está considerado, con todo merecimiento, como uno de los escritores más importantes del siglo XX italiano. Aunque varios de sus libros El zafarrancho aquel de vía Merulana o El aprendizaje del dolor han sido traducidos a distintas lenguas, incluida la española, es sorprendente comprobar que algunas de sus obras más importantes permanecen aún inéditas en nuestro idioma. Ése era el caso de Emparejamientos juiciosos título que el crítico Gianfranco Contini coloca entre los libros indispensables de la literatura italiana contemporánea, que Sexto Piso tiene el honor de presentar ahora a sus lectores. En las diecinueve piezas que conforman Emparejamientos juiciosos hallamos lo que el propio Gadda consideró una autoantología de lo mejor de su obra. Con su inconfundible e imponente utilización del lenguaje, Gadda utiliza un punzante tono de sátira para ridiculizar a la burguesía de su tiempo, como si diera cauce a la furia que en alguna ocasión lo condujera a decir Me gustaría ser el Robespierre de la burguesía milanesa pero no merece la pena. Así, encontramos respetables damas de sociedad que se ven obligadas a cuestionar sus rígidos códigos morales frente a la exigencia de los tiempos, o a empresarios obsesionados con salvaguardar su propia propiedad privada privadísima. Quizá el fuego que se extiende incontrolable en El incendio de la vía Kepler constituya una imagen inmejorable de las pasiones y deseos que consumen a los personajes de Gadda, que a menudo se revelan demasiado poderosos como para ser contenidos por los mojigatos códigos diseñados para mantenerlos acotados.